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El naufragio gallego que se cobró 213 vidas

La terrible historia del Titanic español: el naufragio gallego que se cobró 213 vidas

El pequeño vapor Santa Isabel encalló en las rocas de la isla gallega de Sálvora.

Las personas que desde tierra veían el naufragio se lanzaron al agua a intentar salvar a los pasajeros.

El 2 de enero de 1921 se convirtió en un día trágico para la tierra gallega.

La publicación hace cien años de estas imágenes causó estupor, un auténtico shock. Se trataba del primer desastre marítimo retratado de forma tan cruda. Algunos vieron en él al pionero del fotoperiodismo español, otros hablaban de una investigación forense y criminalística. Hace cien años ocurrió el gran desastre del pequeño Titanic español.

Se trata de una extraña historia que mezcla, según los expertos, un ejercicio de fotoperiodismo pionero, escabroso y criticado, pero también la primera cuestión forense que se hace con un barco en España.

La historia del Santa Isabel, un pequeño vapor correo, destinado a recoger pasajeros en el norte de España para trasladarlos a Cádiz donde tomarían dos grandes transatlánticos. Podía transportar unos quinientos pasajeros, la mayoría de ellos de alto nivel adquisitivo, pero también emigrantes que buscaban un futuro.

En su última travesía salió de Pasajes el 2 de enero de 1921 y paró en Bilbao y Santander para recoger pasajeros, desde allí se dirigió rumbo a la Ría de Arosa con 266 personas a bordo. Para entrar en la Ría había que hacer una maniobra un tanto complicada, sobre todo si hay mal tiempo como ocurría aquel día de enero.

Nada más doblar Finisterre, el Santa Isabel se encontró con un temporal que complicó aún más su paso por la isla de Sálvora, el lugar desde donde los barcos tienen que guiarse gracias a su faro. Fue allí donde ocurrió el desastre:

“El mar y el viento abatieron el barco sobre la isla y chocó contra un arrecife que hay al sur de Sálvora (…) El Santa Isabel literalmente se clavó encima de la piedra y empezó a hundirse con muchísima rapidez (…) Tal fue el impacto del buque que muchas de las víctimas no murieron ahogadas, si no por el impacto contra las rocas (…) Eran en torno a las dos de la mañana y el telegrafista solo pudo emitir un sencillo mensaje, ‘Nos estamos hundiendo”, nos cuenta Fernando García Echegoyen.

El capitán permaneció en el puente intentando desde allí dirigir las operaciones de salvamento pero una ola le barre de allí quedando colgado de los cables del palo de proa. Tres sacerdotes daban la absolución a las personas que se lo pedían pero el jefe de máquinas, que estaba a punto de jubilarse, fue uno de los auténticos héroes de la tragedia:

“Miguel Calvete fue un héroe, un hombre con más de sesenta años que baja a la sala de máquinas y consigue abrir las válvulas de las calderas para evitar que las calderas estallen porque si hubieran estallado hubiese reventado el barco”.

También desde tierra decenas de personas se lanzaron al mar en pequeños botes para salvar a los pasajeros que habían naufragado, encontrando a su paso cadáveres y personas que desesperadas luchaban por salvar la vida enfrentándose al oleaje. 213 personas fallecieron aquella madrugada, el 80% de las personas que viajaban a bordo.