Presentación
Prácticamente he pasado la mayor parte de mi vida junto a la mar. Y por supuesto junto a los barcos. Cuando era niño, en Málaga, desde las terrazas de mi casa se veía toda la bahía y en primer plano el puerto. Me pasaba las horas muertas viendo como entraban y salían todo tipo de embarcaciones. Los correos de Melilla, los transbordadores de Tánger y Génova, los grandes liners de la Cunard Line, de la P&O o los elegantísimos y enormes trasatlánticos italianos tan estilizados que se me antojaban gigantescos cisnes de acero. El tráfico de mercancías en Málaga, tanto el tráfico de línea regular como el tráfico tramp, era muy importante y el flujo de grandes mercantes con sus bodegas abarrotadas de mercaderías era incesante. En los muelles se apilaban los cargamentos de todo tipo. De minerales, de cereales y semillas tales como el trigo, el maíz la cebada, las habas forrajeras, las pipas de girasol o interminables hiladas de pipas, bocoyes, garrafas de vidrio forradas de mimbre y cajas de madera conteniendo vaya usted a saber qué misteriosas mercancías. Aún perduran en mi memoria los olores del aceite, el vino, la sémola, el carbón, el gasoil, la madera, el serrín y el salitre de la mar. Tuve también la fortuna de visitar grandes buques históricos como el crucero Canarias, el submarino A.G de los Reyes, el enorme portaaviones John F. Kennedy y otras muchas unidades navales de distintas potencias.
Por todo ello siempre me sentí un niño muy afortunado y la cercanía al mar y al puerto de Málaga marcaron mi infancia y mi primera adolescencia. Jugábamos en los muelles entre artes de pesca y montañas de trigo, pescábamos en sus aguas (ahora no se puede) e incluso en alguna ocasión nos bañábamos en sus dársenas. Los veranos nos íbamos a la playa de La Antilla en la provincia de Huelva y prácticamente me los pasaba navegando y pescando en un pequeño bote a motor y a vela que teníamos, el Calimero llamado así en honor a aquel pollito infeliz y desgraciado que llevaba un cascarón en la cabeza. ¡Qué recuerdos! Estudié en Cádiz la carrera de Náutica, viví con mi familia durante algunos años en un viejo faro ya fuera de servicio con unas increíbles vistas al Estrecho de Gibraltar. Después de navegar durante un corto periodo de tiempo en la Marina Mercante me especialicé en la investigación de siniestros marítimos, actividad que llevo ejerciendo desde hace más de 25 años y que me ha servido para conocer el lado más oscuro de la relación del hombre con la mar. He escrito varios libros y centenares de artículos y notas sobre la mar y sus cosas. He participado en un montón de expediciones marítimas buscando barcos hundidos (algunos intencionadamente por sus propietarios) en el Mar de Alborán (e incluso alguno que otro en el Caribe) y también he sido profe de instrucción marinera en un viejo mercante usado como buque escuela.
La mar me lo ha dado casi todo y me ha enseñado mucho. Habitualmente el hecho de hablar y escribir continuamente sobre la mar y su relación con el hombre responde a mi deseo de compartir con los demás todo el bagaje de experiencias y sensaciones que del gran azul he recibido. Me siento muy afortunado por ello. Y con esta nueva web pretendo precisamente eso: Acercar mis pasiones (y obsesiones, por qué no decirlo) a todos los amigos que tengan las mismas inquietudes que yo. Por muy lejos que les pille la mar. (Que tampoco creáis que está tan lejos) Los que la amamos y la sentimos de verdad la llevamos siempre en las tripas (decir que la llevamos en el alma me parece una cursilada).
Subid a bordo y acompañadme, os lo ruego. Navegaremos juntos por mares desconocidos y extraños que a buen seguro saciarán nuestras ansias de aventura y conocimiento.
Un fuerte abrazo marinero a todos vosotros.
Fernando José García Echegoyen